Un vestido prestado de monja, unas sandalias, una cruz de madera y un lirio; ni rosarios, ni libritos nacarados, ni joyas, ni volantes, ni lazos, ni rizos, todo sencillo; pensé que así estaba bien, no necesitaba más. La señorita Maruja nos puso delante de todas las que iban de princesa, algo que me sorprendió porqueSigue leyendo «El lirio del Risco»