… siguiendo sus huellas en un mundo incierto

Parroquia de S. Isidro en el barrio de Sta. Eulalia de Provenzana. AGC, 2021

Un amigo mío, capellán, me explicó algo elemental que nunca había pensado, que la carrera eclesiástica era idéntica a cualquier otra carrera profesional… los puestos mejores para quienes tienen influencias.

En los años del “desarrollismo” español, cuando la emigración interna crecía desmesuradamente invadiendo ciudades como l’Hospitalet de Llobregat, el entonces arzobispo Narcís Jubany habló con un joven sacerdote para ofrecerle un sitio donde ejercer, pero en el que no había ni vivienda incluida, ni réditos complementarios, ni siquiera una iglesia.

El cura joven se llamaba Leandro y la parroquia era la del barrio de St. Josep.

Mn. Leandro, sea por la cercanía afectiva con la ciudad creciente, sea por preferir una vida entre los obreros o porque no estuviera en su deseo el medrar, dijo sí sin dudar. Leandro, apreciado y respetado por sus convecinos, ha ejercido su labor con honestidad. Es bueno para nosotros recordarlo.

Parroquia de S. José Obrero en l’Hospitalet de Llobregat

Lo mismo ocurrió en otras parroquias de Hospitalet. ¿Porqué, sino, hubo tantos curas obreros en nuestra ciudad? En S. Isidro, Mn. Carreras; en Canserra, Jaume Botey; en Bellvitge sur, unos jesuitas jóvenes con un grupo de laicos y en Bellvitge norte, Mn. Monfort y el recientemente fallecido Mn. Fabró, recordados y queridos por cuantos les conocieron, apreciados por su implicación en las luchas del barrio. Todos ellos y muchos más abrieron las puertas de las parroquias a las reuniones clandestinas, fomentaron el asociacionismo en todos los ámbitos: socio-cultural, educativo, recreativo, deportivo…, hicieron posible que los niños y niñas de los barrios tuviéramos acceso a la naturaleza y a la cultura de Cataluña… ¡Hay tantas cosas que se pueden y se deben recordar y agradecer! Evidentemente este no es el momento ni el lugar.

Manifestaciones en Bellvitge, 1977

Estos días, en que se habla de Mn. Fabró y su “no-necesidad” de “ser encumbrado”, quiero hacer una reflexión: forma parte de la condición humana saber que morimos y recordar a los muertos. Los muertos nos pertenecen, podemos odiarlos o sentir asco, también podemos quererles.

A los que recordamos con cariño se nos enraízan en las plantas de los pies, andamos con ellos, aunque no los hallamos conocido. El amor nos define. El amor a sus dos hermanos muertos, al que luchó en el bando «correcto» como al que lo hizo en el contrario, llevó a Antígona a su mortal condena. Nadie nos puede quitar ese amor, aunque nos maten.

La diferencia entre recordar a un Mn. Fabró querido por su valor y humor, por la vida que nos acompañó y que con él fue mejor y encumbrar al personaje, está en nosotros, en nuestra mirada. La mirada de una Antígona que se apiada del caído o la mirada del que ejerce el poder y pretende elevar a los altares al que le ha servido y dar a los buitres al derrotado eliminando así su memoria.

Como les miremos y les recordemos es cosa nuestra, personalmente me sobran los pedestales, me bastan los pies para seguir tras ellos o para aplastar su recuerdo si fuera el caso. Siempre es preciso conocer la historia.

P.D. Con seguir sus pasos no me refiero tanto a hacer los que ellos y ellas hicieron como a recoger su humanidad, eso nos puede acompañar.

Antigua parroquia de S. Juan Evangelista en Bellvitge norte

Maria Àngels García-Carpintero Sánchez-Miguel, L’Hospitalet, 04-01-2023

A tantas y tantos con las y los que sigo un camino cada vez más incierto

Publicado por Angels García-Carpintero Sánchez-Miguel

60 años de vida, cuidadora de mis hijos, padres..., maestra jubilada, pedagoga y logopeda. Escritora siempre en ciernes, aprendiz de todo, enseño lo que sé.

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